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La construcción del templo de Dios.

viernes, 2 de mayo de 2008

Salomón habia gobernado durante cuatro años, cuando comenzó en Jerusalén la edificación de un bello edificio. Este sería el templo donde todos vendrían a adorar a Dios.

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"Las mejores cosas que existen deben ser para el templo de Dios -pensó Salomón-. Debemos tener piedras blancas, maderas talladas y metales preciosos. Mis hombres saben cómo conseguir las piedras y trabajar el oro, pero ninguno en Israel es hábil en verdad para tallar madera, necesitaremos ayuda".
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Entonces Salomón escribió al amigo de su padre, el rey Hiram de Tiro, cuyos hombres eran expertos leñadores. El rey Hiram estaba muy contento de ayudar, él era el único dueño de los bosques de Líbano, donde crecían cedros enormes así que le ofreció a Salomón toda la madera que necesitara.
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-Mis hombres escogerán los arboles y los cortarán para ti- escribió Salomón, -después los enviaré en balsas por mar hasta las costas de Israel. Te pediré a cambio que proveas de alimento a mis hombres-. Salomón estuvo de acuerdo con gusto y el trabajo comenzó.
Mientras los hombres de Hiram trabajaban en los bosques de Líbano, otros mil de todos los lugares de Israel fueron hubicados para trabajar en las canteras y cortar bloques de piedra caliza. Se utilizaron yuntas de bueyes para trasladarlas, así dió inicio la edificación del templo.

Justo en la mitad del templo, los constructores hicieron una pequeña habitación oscura sin ventanas y la cubrieron con oro, era para conservar su mas valioso tesoro: el arca santa que contenía las tablas de piedra talladas donde fueron escritas las promesas y las leyes de Dios para Israel. En la parte exterior del templo había un patio donde todos se reunían para adorar a Dios; allí construyeron dos grandes columnas de bronce decoradas en forma de lirios, les dieron los nombre de Jaquín y Boaz. También hicieron una amplia fuente de bronce con la misma forma, colocada sobre los brillantes lomos de doce toros de bronce.

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Al fin toda la obra terminó. "Duró siete años concluirla, pero valió la pena". Salomón envió una invitación a todos los líderes de Israel para que vinieran a Jerusalén a una ceremonia especial y trajeran al acta del pacto a su nuevo santuario dentro del templo. Ellos llegaron al patio y ofrendaron miles de sacrificios como agradecimiento a Dios. Los sacerdotes trasladaron el arca al santuario de oro en el corazón del templo. De repente una luz mucho más brillante que el resplandor del sol llenó todo el templo.
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Era como si Dios hubiera entrado al pequeño y especial santuario que habían separado para Él. Salomón extendió los brazos al cielo. -Oh Dios, tú que hiciste el sol y lo pusiste en el cielo, me has permitido edificar este templo dedicado a ti, en el que puedas vivir entre nosotros para siempre; cuando la gente clame a ti en este lugar, óyelos desde los cielos donde moras y perdónalos por todo el mal que hayan hecho.

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